jueves, 4 de abril de 2013

Corro, Luego Existo.

Corro, Luego.. Existo .
                                                         

Hay días que no quiero correr, son días que sin salir de casa se me hace un mundo pensar en el entrenamiento programado, días en el que el simple gesto de atarme las zapatillas me hace poner mala cara. Por suerte son días raros, excepcionales y en vías de extinción pero como dicen en Galicia “haberlas haylas”.
Los días en los que no quiero correr es la cabeza la que me lo impide, nunca una molestia física me ha quitado las ganas de salir a rodar, al contrario, estando lesionado es cuando más ganas tengo de correr.

Los días en los que no quiero correr la cabeza, los problemas, el estrés, las “nubes negras”, todas esas mierdas de las que huyo mientras corro son las que me bloquean tanto que no quiero correr y es cuando más necesito correr.
Los días que no quiero correr olvido el entrenamiento programado, forzar no sirve para nada y no hay ninguna final olímpica a la vista que me obligue a obligarme. Los días que no quiero correr corro pero corro muy despacio, dejándome llevar, dejando pasar el tiempo pero sin pensar en él ni un segundo.
                                                      

Los días que no quiero correr busco un recorrido fácil, lo más plano posible y sobretodo un recorrido que no frecuente con asiduidad dejando que la novedad del paisaje me distraiga y me haga olvidar que no quiero correr.
Los días que no quiero correr busco en la música, en la radio, un aliado en el camino, sobretodo busco algún programa de humor algo que me haga reír corriendo y olvidarme de lo que no quiero estar haciendo.

Los días que no quiero correr corro pero corro muy despacio hasta convertir el día que no quiero correr en tan sólo veinte, treinta, o máximo cuarenta minutos. Los días que no quiero correr después de esa media hora de Slow Running suelen ser días que acabo corriendo rápido con una sonrisa en la cara.